Instrucciones
para sobrevivir en el eterno presente.
Ante todo, vivir en el eterno presente es olvidar la luz. Pido al lector que por favor sepa disculpar mis abstracciones, es que vivir en el eterno presente es vivir en el abstracto constante. Vivir en el eterno presente es investir de dudas las respuestas naturales, y caer en un abismo de incertezas infinitas donde lo único real es la muerte y lo único inefable es un mapa de nocturnidad, cuyos caminos solo conducen al vacío de las sombras.
Ante todo, vivir en el eterno presente es olvidar la luz. Pido al lector que por favor sepa disculpar mis abstracciones, es que vivir en el eterno presente es vivir en el abstracto constante. Vivir en el eterno presente es investir de dudas las respuestas naturales, y caer en un abismo de incertezas infinitas donde lo único real es la muerte y lo único inefable es un mapa de nocturnidad, cuyos caminos solo conducen al vacío de las sombras.
En
principio no busques respuestas, eso acelera la producción de preguntas en una
máquina incansable. En el eterno presente las respuestas son del aire y el
viento, es mejor entablarse en empatía con ellos para ver el universo emocional
que en ellos se propaga.
Cuando la
máquina de preguntas se acelera, correr a la búsqueda de un manto de silencio y
de aislamiento es, según quien escribe, lo aconsejable. El contacto con el
mundo que nos rodea, las imposiciones y las circunstancias, chocaran con
aquella incertidumbre del eterno presente para que nuestra inseguridad del
devenir encandilado, que nos espera, se prolifere. Lo que se pone en
funcionamiento no es otra cosa que la posibilidad de que todo lo que hagamos
caiga en la nulidad de nuestro ser. Toda circunstancia con la que nos topemos
acapararan la forma de espejos, nos reflejara, y lo que menos queremos quienes
vivimos en el eterno presente es vernos en el peor de los contextos. Lo mejor
es evitar hasta el límite de las posibilidades las circunstancias en el
aislamiento, que él genere las condiciones de donde nuestras desiciones emanan
hasta que con decisión salgamos en la búsqueda del reflejo.
En el
eterno presente el mundo es doloroso. Es menester que nos enfoquemos en alguna
realidad que no sea la muerte. En el eterno presente hay dos realidades
inefables: la muerte o el silencio. Aferrarse a la muerte no es el mejor
pasadizo hacia nuestro deseo, en la búsqueda ferviente de la realidad podemos
chocar con esa alusión. Lo mejor es no apurarse y no quedar atado a nada, para
que nuestra desesperación ante la nula autonomía frente a las circunstancias no
nos lleve a hundirnos en la avidez por abandonar la existencia. La autonomía de
nosotros ante el mundo encarnará a partir de la concepción del tiempo, en
primera instancia; y en segunda, las posibilidades que nos de el silencio de
hacernos cargo de nuestra realidad.
En el
eterno presente todos somos victimas de lo que Julio Cortazar llama en Rayuela
la “cosidad”. Es necesario no estar en contacto con lo que nos rodea, cortar la
relación con todas las cosas para estar solo en contacto armónico con lo que
impregna nuestro ser y lograr un manto de realidad en el terreno de la
inconsciencia.
Por ultimo, ser absolutamente honesto con el viento y el silencio. Siempre.
Por ultimo, ser absolutamente honesto con el viento y el silencio. Siempre.
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